Durante dos semanas, mi hija de 10 años enfrentó momentos difíciles que, afortunadamente, me expresaba, pero que me llenaban de mucha tristeza. Ella no comprendía cómo alguien podía decirle, en varias ocasiones, palabras tan hirientes. Llena de confusión, sus ojos reflejaban abatimiento.
Todo cambió cuando recibió palabras de aliento, compasión y ánimo de una maestra. Mi momento favorito fue cuando la maestra animó el corazón de mi hija, diciéndole: "Eres una estrella que, cuando llegas, irradias luz a todos". Al agradecerle, nos abrazamos con lágrimas.
Ese día, pude presentar a dos maestras las palabras de amor de la Madre para la paz compartiendo la emoción.
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