Mi esposo no estaba de muy buen humor, y en lugar de concentrarme en eso o reaccionar negativamente, elegí decirle algo que realmente apreciaba de él. Quería recordarle su valor, no solo reflejar el peso de ese momento. La simple elección comenzó a cambiar el tono entre nosotros; su estado de ánimo se suavizó y la tensión disminuyó.
Pudimos comunicarnos de manera más abierta y tranquila, sin estar a la defensiva ni distanciarnos. Lo que podría haberse convertido en desconexión se convirtió en un momento de renovado entendimiento. Todo esto fue gracias al ejemplo que la Madre me dio, enseñándome, a través de sus propias palabras y acciones, cómo hablar la vida en momentos de tensión. Su sabiduría me ayudó a elegir la amabilidad en lugar del conflicto, y eso marcó la diferencia.