He agradecido mucho este movimiento convocado por la Madre con palabras de amor y paz. Comencé a mirar más dentro de mí y a reflexionar: ¡cuán ingrata era! Me quedaba con el sentimiento de querer decirle a una hermana: “Gracias, estoy agradecida”, por un servicio o una atención. Me sentía con el derecho de ser servida. Ahora, lo expreso con la boca llena de gratitud. No solo en Sion, sino también en el mundo, he visto a las personas sonreír al escuchar la palabra “agradecida”. Doy gracias al Padre y la Madre por hacer de mí una mejor persona.
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